lunes, marzo 10, 2008

Volar

He soñado que volaba, que a vista de pájaro veía el mundo distinto, hasta incluso precioso. No notaba la contaminación, no oía el ruido incesante de las calles y sus vehiculos, no veia esas caras alargadas que aparecen todas las mañanas en el rostro de los vecinos. El sonido del aire, el roce del viento en mi cara enmascaraban los suaves trinos de los pájaros que me iba encontrando. Peo veía a mis compañeros de medio, tranquilos, alegres, desenfadados, y entre nosotros aparecia la empatía.

Y me daba miedo poder ser extremadamente feliz, porque lo era y lo sabía. No existía el tiempo, mi viaje era atemporal, no hacía frio ni calor. No era pronto ni tarde, ni antes ni después, sólo sé que veía, miraba, perdía la mirada, disfrutaba. No me fijé en nada conocido, ni busqué nada en concreto, sólo me dejaba llevar por el paisaje, ciudades, valles, bosques, caminos, pueblos, rios, mar... y la empatía me trasladaba a un lugar en paz. Sin saber realmente que quiere decir, lo reconozco. Pero sé que estaba en paz, ...no sé como describirlo. Lo sé.

No había música, ni la necesitaba. No tenía compañía, ni la quería. No sentia mi cuerpo, ni se me ocurrió. Sé que todo estaba bien, y que no me era necesario corroborarlo. Mi mente se encontraba tranquila, y yo también.

No buscaba un mundo mejor, ni un mundo feliz, ni un sitio dónde vivir, ni un infierno para mis enemigos, ni un castigo para los malos, ni un más allá dónde deben estar los míos desde que la injusticía, la enfermedad o la vejez se los llevó. No. Sólo observaba con ojos bien abiertos y con curiosidad infinita, quería empaparme de lo que contemplaba. Porque sabía que esto no sucede, porque sé que era un sueño, porque era el sueño más deseado. Porque cuando alguien pregunta por algo imposible de conseguir, pero anhelado, siempre respondo: Volar.

Que rápido se pasa de la felicidad a la realidad. Porque la realidad sólo nos tiene reservados pequeños-momentos-de-felicidad, nunca felicidad completa, facil, sin nada a cambio. Es demasiado cara, demasiado preciada, está dentro de la utopía. Pero, por Dios!, que nunca nos falten esos instantes, ellos son la savia de nuestra vida.

Podré volver a volar? Ojalá...

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