viernes, marzo 28, 2008

Reflexiones rusas, conmigo misma.

La primavera también cae en Rúsia, también cambia el paisaje, también cambia costumbres. Ahora las rusas veintisiete-treintañeras, altas, rubias, estudiante-trabajadoras, han cambiado de estilo. Ahora abundan faldas que tapan sólo el DNI, pantalones cortos (nyéééé…), todo sobre medias color carne pero gruesas, botas altas de tacón alto, fino, de una piel más que dudosa, abrigo hasta las rodillas por lo general oscuro, bufanda descolorida por el uso pero bonita en la mayoría. Las mismas caras de asco que en invierno, supongo que también en este país trabajan, y pasos rápidos, trazando líneas rectas que hasta mortifican el paso de los coches. Los hombres han cambiado el superchaquetón por algo más ligero, y se han sacado el grueso jersey. Los colores de las camisas son gris claro en lugar de oscuro y alguno se atreve ya, con el naranja y el azul cielo. No hay sombreros de nido de pájaro, como les llama A., ni ves botorras contra la nieve. Han aparecido lo que a nosotros serían las terracitas en las aceras. Las calles de Moscú están llenas de tenderetes donde se vende lo que se vendería en Barcelona, en un bar. Aquí se compra en botella y en bolsitas preparadas, blinis o pastas, pero se toman mientras estas con los compañeros, los amigos o la familia.

Alrededor de un puesto de bebidas y comida rápida se forman grupos que dejan las botellas acabadas de cerveza en el suelo, o en alguna mesa alta ya preparada para tal avío. Casi nadie está sentado, como mucho apoyado en la pared, y la animación sube de tono, según los botellines que vas amasando. Hay también tenderetes a lo largo de alguna calle a modo de mercado, dónde se vende pescado, carne, congelados, queso, verduras frescas y preparadas, olivas, embutidos, también paños de cocina, trajes del ejército, camisetas, ropas interiores y zapatillas. Previa autorización del ayuntamiento local en cuestión (está a la vista), cada día están allí hasta las siete y media de la tarde, que en esta época es cuando empieza a hacerse oscuro.

La gente aparece en las calles dependiendo del Metro, que parece la entrada al hormiguero, el epicentro de las riadas de personas que entran y salen. Y por más que intente buscar color, no lo encuentro, el color de los rusos es cerúleo, de acuerdo que yo aquí parezco la Heidi, pero es que a ellos ni aún pisándoles les sacas un rosadito en las mejillas !!!

He leído obras de los escritores rusos míticos, que mi amigo M. me ha ido indicando y recomendando, además de libros que me han caído en las manos y me han hecho gracia. Pero veo que todo aquel bagaje que me quedó leyendo, toda aquella historia cultural rusa que aprendí, ha ido a parar a mejor vida, y se traduce tan sólo en la existencia de la “casa museo de Puskin”, la Universidad Dostoievsky, becas Chejov y programas Tolstoi… Ya sé que eso no es malo, que todo lo que se haga en pro de la cultura tiene valor, pero es que cuando me encuentro a la gente sólo preocupada por la marca de coche (aquí el status social depende descaradamente del coche que tengas ), de las botas de temporada, del precio de la cerveza, la música que todo Dios escucha en sus ipods, de las ofertas de la última hornada de pan, de coger el vagón de metro aunque esté abarrotadisimo… me caen los mitos de la Rusia que yo he me había construido, a través de la lectura.

Cerca del rio (aun medio helado) no veo a nadie paseando con cara de atormentado, no veo nobleza de rancio abolengo con sirvientes, no se respira danza clásica por doquier. Sólo hay carteles anunciando Scorpions, señoras que cuidan de lavabos públicos (poly klyn de plástico, no confundirse), y chóferes que esperan (y desesperan) dentro de los coches, ya sea con o sin pinganillo colgado de la oreja.

Pero que le vamos a hacer! La vida es así!, pero no por eso voy a cambiar de idea: me gusta esta tierra. Además tiene cosas que me recuerdan a Barcelona: Hay cambio climático (no hace el frío que cabe suponer), los coches están muy sucios (en Barcelona es por la falta de agua, ya sé que aquí el motivo es otro), los precios de la vivienda son altísimos, hay mucho coche circulando, ya empiezan a arreglar los parterres cara el buen tiempo (ya sé, en Bcn sólo plantan palmeras tipo desierto) y por último, los ciudadanos tienen muchas ganas de que haga buen tiempo; a la más mínima están en sus particulares “terracitas”, como nosotros que nos helamos pero nos quedamos fuera….

Pero algo que no cambia y es muy particular, es que aquí el ejército sigue paseando, patrullando, haciendo ejercicio en plena calle a pleno día, con instructores y/o con instrucciones a seguir. Encuentras oficiales con las míticas gorras de plato con la visera levantada a modo Casa de la Pradera, a soldados de verdad yendo para casa, o vigilancia policial en algún lugar, todos vestido claro está, de verde caqui camuflaje.

Paro, que me embalo y tengo mi sexto NipTuck esperando. M. gracias por tus ganas de quitarme las telarañas de la boca por teléfono, es de agradecer y V. saludos, estáis aquí…. ¡¡¡ Como Bruce !!!

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