sábado, julio 08, 2006

Y es que no para quieto, ¡carambas!


Cuando me hablan de un país lo primero que intento pensar es en su geografía. Pero sucede que tengo un hándicap... y es que no me gustaba esta asignatura en el cole y mi capacidad retentiva es limitada en ese campo. Pero indago e investigo y acabo sabiendo si el país, o ciudad en cuestión tiene mar... El mar es vida, y si este pais tiene "vida" tiene ya varios puntos ganados.

Hay muchos olores en el mundo (mi mundito) que son deliciosos, que quizás a ti no te gusten pero que a mi me colocan. Uno de ellos es el olor a mar, con su brisa incorporada y su sabor a sal en el ambiente. Ahora dirás que hablo de mar porque estamos ya en verano. Pues no. Es en todas las épocas del año que necesito una ración de él, de su fragancia, de su embrujo. Periódicamente debo de tomar aires de mar, igual que tu, quizás, debas de sorber en todos los poros de tu piel, un poco de aires de montaña para reiniciar tu propio sistema operativo con más soltura y garantías. Como una especie de reactivador de materia orgánica. Como yo.

Verle allí en su sitio, bien puesto, en su rincón es reconfortante. Siempre está. De momento, a pesar de que le retiran de algunas zonas o le inyectan toneladas de rocas en otras, o le parapetean con inmensos edificios indigeribles enfrente, sigue con su movimiento impertérrito y primitivo. No descansa. Hay a quien le molesta esa cancioncilla inacabable que varía de "tempo" dependiendo de los vientos y la corriente de la época. Y eso es precisamente lo que a mi me calma. Saber que sigue y sigue, sin interrupciones, por mucho que haya llegado a pasar, por mucho derrame de petróleo que su enemigo más peligroso, el hombre, haya hecho.

¡Y yo soy de Mediterráneo! La piscina de los mares de verdad. La charca que conecta unos cuantos paises que en el fondo ( no me hagas el chiste fácil), no son tan distintos entre si. El pantano que sólo mantiene pequeñas islitas en sus entrañas, ni siquiera continentes como los grandes. El vaso de agua que ni siquiera tiene grandes pececillos...¡Qué me dirán los que son de Cantábrico y/o Atlántico! Ellos sí que soportan duras batallas con las costa que les alberga. Estos océanos (sólo la palabra ya impone) de primera división han logrado esculturear acantilados que son visitados como si piezas de Henry Moore o Chillida se trataran. -Por cierto, ¡qué precioso es el peine del viento de Chillida!- Y si no pensemos en las distintas costas de Gran Bretaña, o el suroeste de Australia. No sigo que como he dicho mi limitada geografía me delataría...

Y cuando estás en la playa, ni siquiera se deja acariciar... sólo un vaivén. Será que el mar es tímido, que no se deja conocer. Impone su propia ley y no deja que seamos sus colegas, sólo admiración nos admite. Tan solo nos permite tenerle simpatía y nunca equivocarnos en nuestras decisiones respecto a él. Cuando le perdemos el respeto puede ser fatal, la historia de los naufragios así lo demuestra. Su color cambiante nos da el humor con el que amanece, pero es coqueto y cambia dependiendo del sol y de las nubes. La marea le hace poner de corto o de largo, según la ocasión y el compromiso, pero en sí, es el mismo. El viento le pone los pelos de punta y aparecen en su superficie los borreguitos de blanco que juegan al escondite en la cima de las olas. A veces, el mar se marca unos bailoteos que abre inmensos pasillos en los que hasta el Queen Mary se esconde en ellos y no sale a superficie en minutos. ¡Qué gran invento! El Señor se merecía un dia de descanso (el séptimo) por tan gran creación, si es que es verdad que la culpa de todo ÉSTO la tuvo el.

No puedo quejarme. Es un vicio barato oler el mar. Y muy saludable.Y sobre todo si estas en un restaurante a lado de la costa donde pinchas una gamba con una mano, tomas tu vino con la otra y estás en buena compañia. (por ej. Rest. La Caleta, en Sant Andreu Llavaneres) También me gusta el olor a gasolina, nueva y quemada, pero quizás éste no pueda ser relacionado con la gastronomía, no es tan saludable... Pero ...mmm...

Ah! Hablando de olores, el otro día alguien me hablaba de un gran libro. ¿Habeis leido "El perfume" de Patrick Suskind? Os lo recomiendo. Me lo voy a releer otra vez, me lo pongo como deberes este verano. Recuerdo como si fuera ahora la gran cantidad de olores y hedores que sentí leyendo sus páginas. Nunca otro libro me ha logrado activar este sentido. He llorado, reido, gritado -casi casi-, e imaginado una escena, un tacto, un personaje, pero nunca más, he logrado alcanzar un olor (sea cúal sea, su procendencia)con una lectura.

Otro día hablamos de libros.Es una amenaza. ¡ Jorl !

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